1 mar 2014

¿Qué significado tiene el velo que usan las novias en las bodas?

Pocas saben que significa la tienda y que es uno de los principales símbolos nupciales en los que se representa la protección de Dios sobre la nueva familia.

El vestido es a la carne lo que la tienda a la familia. Existe una analogía, puesto que la familia es también carne, vida humana, comunión de personas. El vestido es antinatural en los animales, mientras que en el hombre suple una deficiencia estructural: la carne vive en un mundo hostil y necesita protección y custodia. El vestido y la tienda pueden entenderse como símbolos de esa protección. Sin embargo, aunque el vestido de las bodas pueda también considerarse sagrado en cuanto que -como hemos visto- muestra la función litúrgica del esposo en la celebración nupcial, la tienda es un símbolo sagrado por sí mismo en cuanto significa la protección divina sobre la nueva familia.


Para el hombre moderno, el símbolo de la tienda ha perdido toda significación. Sin embargo, para nuestros antepasados era el principal símbolo y de ello ha quedado constancia en la terminología empleada. Ya lo hemos explicado anteriormente, pero conviene recordar que en las nupcias propiamente dichas se celebraba el traslado solemne de la esposa a la casa del esposo. La palabra ahora tampoco significa mucho para la mentalidad moderna, pero en aquella época estaba íntimamente relacionada con el acto consumativo del matrimonio. En efecto es participio verbal del verbo nubo, nubis, nubere, nupsi, nuptum, que significa cubrir. La nube, la tienda, el velo y el mismo acto conyugal se usan en este sentido: los hombres (cubren) y las mujeres (son cubiertas). En los tiempos más remotos, en la casa del marido se preparaba una tienda en la que se disponía el tálamo, en donde el esposo esperaba a la esposa y en donde se recibía la bendición nupcial sobre ellos, en presencia de la familia y los allegados.


En las nupcias la esposa es cubierta y el esposo la cubre. El significado es sexual y ya hemos hablado de él profusamente en el epígrafe anterior, al referirnos a la carne. Ahora de lo que se trata es de acentuar el significado de protección que encierra el verbo cubrir. Ambos esposos son llevados a la tienda, que les cubre a los dos y al mismo tiempo simboliza la protección que Dios les deparará o al menos la que ellos imploran y anhelan.


¿Qué puede sugerir esto a los esposos que celebran hoy la boda en un contexto tan distinto? ¿Tiene la tienda alguna utilidad para nosotros? ¿Qué sentido tiene rescatar este símbolo del baúl de los recuerdos, rescatarlo de un museo de curiosidades?


Es lógico hacerse estas preguntas. Sin embargo, este símbolo está presente en muchas de las celebraciones nupciales que se celebran en el mundo entero. Desde tiempos inmemoriales las esposas se velan para la boda. El velo sigue usándose y es el símbolo estilizado y simplificado de lo que fue la tienda. Por esta razón, a través del velo, la tienda sigue estando presente en las celebraciones nupciales de nuestros días. No en todas, puesto que hay esposas que eligen vestidos sin velo.


Esta presencia del velo en las bodas de hoy, permite una evangelización del significado principal de este símbolo: la protección divina que se invoca.


“Aunque son muchas las teorías relativas a este ornamento nupcial lo más probable es que se aluda a la tienda adosada a la casa del marido y en la que se colocaba el tálamo nupcial. El tálamo y la tienda eran elementos centrales de las bodas antiguas, pues allí los esposos recibían la bendición. De esta manera, en la celebración litúrgica la esposa mantiene simbólicamente ese elemento” ( J. P. Manglano, El libro del matrimonio. Esa misteriosa unión, Editorial Planeta, Barcelona 2010, p. 316).




En las tradiciones nupciales judías destaca el hecho de que los ritos se realicen bajo la palio o tienda abierta por los cuatro costados, que simboliza a la vez la hospitalidad de la familia judía así como la alianza del Sinaí.


Hay otro argumento importante que se puede emplear para la evangelización de este símbolo, por lo menos en el ámbito lingüístico castellano. En esta lengua, en efecto, se emplea comúnmente la palabra casamiento, que indica precisamente este aspecto de hacer entrada en la casa o, mejor aún, pedir la protección de Dios simbolizada en la casa. En verbo casar se usa tanto en reflexivo como en transitivo. En el primer caso, son los esposos quienes “se” casan. En el segundo, son las autoridades civiles o eclesiales las que “casan” a los esposos. Estas dos acepciones responden muy bien a la historia de las nupcias que hemos presentado brevemente al inicio de este capítulo. En su forma reflexiva se subraya el poder exclusivo de los esposos para establecer el vínculo conyugal mediante su consentimiento. En su forma transitiva se hace hincapié en la necesidad de un acto de reconocimiento de una autoridad humana para que el matrimonio sea válido. En realidad, tanto una como otra son insuficientes y se han establecido en una tradición nupcial ajena al símbolo de la tienda. Este símbolo, bien directamente o a través de su sucedáneo el velo, significa la protección divina, es decir, el convencimiento de que es Dios quien interviene en la vida de los esposos. Esta idea es maravillosamente expresada en el salmo 127: “Si Dios no construye la casa, en vano se afanan los albañiles; si Dios no guarda la ciudad, en vano vigilan la guardia”.


La acción de Dios en las bodas puede destacarse en dos sentidos:


En primer lugar, en la línea de considerar la proyección eterna del amor de los esposos. Sin Dios, la experiencia amorosa se ve truncada y amenazada por la muerte. En cambio con Él, se abre una puerta a la esperanza de que ese amor tenga un futuro ultraterreno. En el caso de los cristianos, esta esperanza estaría fundada con mayor firmeza en el hecho de que la alianza de los esposos se enraiza en la Alianza de Cristo con su Iglesia.


En segundo lugar, tampoco es desdeñable la línea de argumentación que considera la compañía y presencia permanente de Dios en la familia, entendida así como “santuario de la vida”. Los esposos son consagrados para cumplir su misión santificadora.


Sin embargo, tanto una como otra línea de estudio han quedado truncadas al referir la palabra casamiento únicamente al acto jurídico con el que comienza el vínculo matrimonial. En un caso, se hace hincapié en su causa eficiente -el consentimiento matrimonial-; en el otro, en cambio, en un requisito necesario para la validez -el reconocimiento por parte de la autoridad-. También de esta manera se ha escamoteado el símbolo de la casa, como también lo fue por idénticas razones el de la carne.


Por otra parte, cabe considerar el hecho de que una tienda forma parte de un campamento. Este hecho tampoco nos parece relevante en nuestra vida, puesto que las casas de hoy son simples apartamento en grandes edificios. “Casado casa quiere” reza el refrán popular. No se entiende muy bien por qué razón casarse se ha vinculado únicamente al momento celebrativo, cuando es la casa la que constituye una realidad permanente. ¿Por qué casarse? Se preguntan muchas personas en nuestros días. Sobre todo, ¿Por qué hacerlo, cuando es mucho más fácil ir a vivr juntos bajo el mismo techo? Me resulta perfectamente comprensible que muchas parejas dedicar obviar el primer paso, la ceremonia, para pasar directamente a la vida en común. Si son ellos los que “se” casan, ¿qué importancia puede tener el cumplimiento de una ley civil o eclesial que les exige realizar unos ritos? Nos moveríamos en el ámbito de las conveniencias y de las oportunidades.


Sin embargo, montar una tienda es algo distinto. No se planta una tienda en el desierto sino es porque se está de viaje. Y si se tratase de una vida nómada ese viaje no se hace solo, sino formando parte de una comunidad más amplia. La tienda y el campamento son elementos que se “pliegan”, que se adaptan a la comunidad. La tienda es símbolo de la familia y no al revés. Casarse no significa habitar bajo el mismo techo, sino convertirse en “casa” el uno para el otro con la ayuda de Dios y de la comunidad humana.


La Iglesia, una gran familia que concibe a la familia como iglesia doméstica, descubre en la experiencia del pueblo peregrinante de Israel una continua fuente de inspiración. El Dios que habita en medio de su pueblo no sólo les acompaña en las incidencias del viaje, sino que también guía y dirige todos sus movimientos.


El Pueblo que habita en campamentos vive en perpetuo movimiento. Esta experiencia está todavía viva en san Pablo quien con cierta frecuencia utiliza imágenes y símbolos campamentarios que forman parte de la misma experiencia bíblica. En este sentido, destaca la trompeta, un instrumento importante para los movimientos del pueblo durante la travesía del desierto. Siendo una multitud de muchos miles de personas, los campamentos debían de levantarse con orden y disciplina:


"Dijo Dios a Moisés: ´Hazte dos trompetas; las harás de plata maciza. Te servirán para convocar a la comunidad y dar la señal de trasladar el campamento. Cuando suenen las dos, se reunirá junto a ti toda la comunidad, a la entrada de la Tienda del Encuentro. Pero cuando suene una sola, se reunirán contigo los príncipes, jefes de clanes de Israel" (No 10, 1-4).


Cuando venga el Señor a buscarnos, la Iglesia levantará el campamento y, junto a los que hayan resucitado de entre los muertos, todos juntos "seremos arrebatados en nubes, al encuentro del Señor en los aires. Y allí estaremos siempre con el Señor" (1 Ts 4, 17). El apóstol san Pablo nos aconseja que nos consolemos mutuamente con estas palabras. Y ciertamente son palabras consoladoras. La trompeta sonará y tanto los vivos como los difuntos que hayan acogido en sus vidas la salvación de Jesús, seremos transformados y llevados a la vida venturosa del Cielo. Será la "trompeta final", porque ya no habrá más traslados de campamento. Habremos llegado a la meta.


Es el mismo Jesús el que habla de este momento en el evangelio de san Mateo 24, 30:
"Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro".


Por último, es interesante también la profecía de Isaías en la que se predice la vuelta a Jerusalén de todos los israelitas exiliados. Esa visión es también figura de la reunión de todos los creyentes al final de los tiempos, venidos de los cuatro puntos cardinales. "Aquel día vareará Yavhé desde la corriente del Río hasta el torrente de Egipto, y vosotros seréis reunidos de uno en uno, hijos de Israel. Aquel día se tocará un cuerno grande, y vendrán los perdidos por tierra de Asiria y los dispersos por tierra de Egipto, y adorarán a Dios en el monte santo de Jerusalén" (Is 27, 12-13).


Basten estas consideraciones para concluir que, en la perspectiva del símbolo de la tienda, es absurda la idea de un matrimonio “privado”, de un vínculo en el que sólo se requeriría la voluntad concorde del hombre y de la mujer al margen de la vida del pueblo. Es comprensible que, por razones parecidas, Dios manifestase su voluntad de que se representara su presencia por medio de la tienda del Encuentro y, en cambio, tuviese tantas reticencias para que se le representara por medio de un templo, como hacían los demás pueblos. El Dios trascendente no está en ningún lugar.

Dios interviene en la vida de los esposos no tanto para ayudarles a levantar una casa con elementos materiales, sino para que edifiquen sus vidas en una comunidad de vida y amor en la que Él es señor y rector.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario..